jueves, 24 de abril de 2014

No es lo mismo reconciliación que resignación

                     

EL UNIVERSAL


No es lo mismo reconciliación 

que resignación

NÉSTOR LUIS ÁLVAREZ M. |  EL UNIVERSAL
jueves 24 de abril de 2014  12:00 AM
¿Es acaso posible que seamos amantes y promotores de la paz y, al mismo tiempo vernos obligados a combatir y pelear, sin que ello sea contradictorio o incoherente? La respuesta no puede depender de lo que es la paz comodesideratum (aspiración o deseo no cumplido), sino, más bien, tiene que depender de aquello por lo que la paz es buena y es necesaria. La paz, junto con la reconciliación como acto o proceso que puede conducir a la misma, no podría entenderse jamás como un fin en sí misma, sino como un propósito que es bueno y es necesario para la persona que, por su dignidad humana, tiene derecho a existir y a vivir sin que nadie le violente, limite, irrespete o agreda.

El mayor peligro que hoy podríamos estar corriendo los venezolanos deriva, de manera desapercibida para muchos, de la ausencia de racionalidad y de la falta de reflexión. Cuando no reflexionamos podemos desembocar en actitudes estereotipadas que, al tratarse de aspectos inherentes a la conflictividad social y política, se resumirán en recetas de innegable sensatez de manera intrínseca, pero desconectadas de la realidad concreta de nuestro caso. De esa manera podemos estar asistiendo al abandono de aquellos que, sin querer, están convirtiendo el concepto de paz, y el de reconciliación, en ídolos o fetiches deseados de modo aislado a lo que esté sucediendo con la dignidad de la persona en Venezuela.

Algunos se han comprometido con agendas de conciliación orientadas al logro de la llamada "reconciliación" y a la paz. Pero, a partir de una reflexión con rigurosa atención a las implicaciones morales de nuestro caso concreto, resulta inevitable temer que, en consecuencia, se podría estar incurriendo en un grave defecto de justicia; pues, para nadie es legítimo disponer de lo que le es común con otros. Y ese es el caso de la dignidad humana. A nadie le sería legítimo transigir ni siquiera sobre su propia dignidad, porque en caso de rebajarla libre y voluntariamente, estará rebajando la de todos los demás, porque es la misma dignidad. Entonces, no sería moralmente lícito disponer, negociar o claudicar en relación a la dignidad humana, y a su legítima defensa (moralmente obligatoria), ni siquiera con la innegablemente noble intención de poner fin a los conflictos, a las confrontaciones violentas o a las guerras.

Como la gran mayoría en Venezuela somos cristianos católicos, vale la pena recordar que, al referirse a la naturaleza de la paz, el magisterio de la Iglesia expone en la Constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II (Punto 78) que "la paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia". Y esa justicia no tiene otro fin ordenador que el verdadero bien de la persona como fin absoluto de todo el orden social. No habrá verdadera paz si está garantizado el respeto irrestricto de la dignidad de la persona.

En conclusión; sería muy desafortunado que acabemos entendiendo que la siempre deseable y necesaria paz entre todas las personas, es un objetivo ciego en relación a nuestra dignidad humana y a su respeto. Si llegamos a convertir a la paz en un fetiche, y la buscamos a toda costa, y sin importar que el respeto a nuestra dignidad sigue pendiente, tan solo lograremos alcanzar una falsa paz (aparente), y lo que nos habrá conducido a ello tampoco será verdadera reconciliación, sino una inmoral resignación.

@nestorluis7   

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