EL UNIVERSAL
El cretinismo
Seguimos aferrados a cuanta cosa fracasada se ha practicado, aquí y en otros países
CARLOS MACHADO ALLISON | EL UNIVERSAL
martes 4 de junio de 2013 12:00 AM
El término cretinismo se emplea indistintamente para designar los síntomas de una enfermedad o para calificar como deficiente la conducta de una persona. La carencia de yodo en la dieta es una de las causas, pero en Venezuela parecen existir otras. En un estudio sobre las causas del subdesarrollo en América Latina el diagnóstico para Venezuela, en ausencia de otros factores, apuntaba hacia un problema mental (Fairbanks y Lindsay). ¿A qué se referían esos autores? A que en otros países existían problemas de inversión, financiamiento, tierras fértiles, analfabetismo, escasez de recursos humanos calificados, pocos mercados accesibles y así sucesivamente. En Venezuela ingresaban suficientes divisas, poseía recursos naturales, escaso analfabetismo, profesionales calificados, buena ubicación geográfica, e infraestructura vial, servicios y otras virtudes. El país estaba mejor dotado que los restantes y sin embargo no progresaba, y sigue sin hacerlo. ¿Será que somos cretinos?
Han pasado varios años desde que se publicó el trabajo de Fairbanks y Lindsay, 25 han transcurrido desde que Naím y Piñango en 1988 publicaron El Caso Venezuela: una ilusión de armonía, y pronto cumplirá 40 el libro de Carlos Rangel, Del buen salvaje al buen revolucionario. Podría añadir otros y miles de artículos o entrevistas sesudas en los que se ha diagnosticado y criticado a la Venezuela rentista, o la forma de hacer política, a la pobreza de nuestras instituciones, a los enfoques macroeconómicos y además han asomado soluciones viables para lograr ese progreso que siempre se escapa.
Aferrados
Seguimos aferrados a cuanta cosa fracasada se ha practicado, aquí y en otros países: planificación centralizada, caudillismo político, captura de rentas, empresas del gobierno, control de divisas y precios, el Estado dueño de almas y vidas, la corrupción, los contratos con el gobierno, la escasa transparencia con su tenue o inexistente rendición de cuentas, venta de ilusiones y la compra de votos. Al final, un gobierno rico, autoritario, primitivo y un país de pobres, salvo aquellos que han aprovechado el interminable flujo de divisas procedente de lo único que sabemos vender y que ahora regalamos para ganar voluntades en ultramar: el petróleo.
Culpar al petróleo es una estupidez, el mismo es un líquido más o menos espeso, carente de neuronas o capacidad de discernimiento. El hidrocarburo es impulsado por la voluntad política, la ideología y el pegajoso cretinismo que permite que el ingreso petrolero sea manejado sólo para preservar y disfrutar del poder. El petróleo no es de todos, sólo de algunos con acceso a su renta. Los ciudadanos no pueden opinar en la junta directiva de Pdvsa, ni tener acciones en Sidor o Agropatria, tampoco pueden importar con libertad, encontrar papel toilet o comer lo que quieren. Tenemos una Constitución ampulosa en derechos, pero cuando tratas de ejercerlos se te acaba la democracia, y si usted no lo cree pregúntele a Kico, a Simonovis, a la juez Afiuni o al general Rivero.
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