EL UNIVERSAL
Bolívar en los Andes
Solo luchando por la vida de todos, sin distinción, podemos construir la patria bonita
MONS. BALTAZAR PORRAS
| EL UNIVERSAL
sábado 8 de junio de 2013 12:00 AM
Cuatro veces estuvo Simón
Bolívar en Mérida, vencedor y aclamado, aunque la ciudad en los diez
años que duró la guerra de Independencia, sólo tres estuvo bajo mando
patriota y siete bajo los realistas. La Campaña Admirable, en su primer
paso por los Andes venezolanos entre abril y junio de 1813, fue una
exitosa osadía, en las que descolló su espíritu indomable de lograr la
libertad de la patria naciente.
Corremos el peligro de exaltar en demasía los valores de la guerra. La Campaña Admirable, lo fue en la táctica militar, pero a costa de vidas y bienes. No estaba claro, en qué consistía ser libres, ni qué ventajas traía, proclamarse república. La libertad y la igualdad no se decretan y cuando se desatan las pasiones más bajas, la vida no vale nada. El Decreto de Guerra a Muerte destruyó las bases que requiere el edificio de una sociedad democrática.
Eliminar al contrario, pasarlo por las armas, lleva a la irracionalidad y la injusticia. De ello no se libró el Libertador. La sensatez tardó en llegar. El armisticio y la regularización de la guerra deben ser el espejo bajo el cual celebremos estos fastos. Y no, la exaltación de batallas, fusiles y lanzas.
Hace poco el Papa Francisco le habló así a un grupo de parientes de militares italianos caídos en las misiones de paz: "La guerra es el suicidio de la humanidad porque mata el corazón y mata el amor". "Nosotros hoy hemos venido a rezar por nuestros muertos, por nuestros heridos, ¡por las víctimas de la locura que es la guerra! Es el suicidio de la humanidad, porque mata el corazón, mata precisamente donde está el mensaje del Señor: ¡mata el amor!". A 200 años, persuadámonos de que no es con la muerte, sino luchando por la vida de todos, sin distinción, sin exclusión, como podemos construir la patria bonita, fraterna, en paz.
faustih.cronicas@gmail.com
Corremos el peligro de exaltar en demasía los valores de la guerra. La Campaña Admirable, lo fue en la táctica militar, pero a costa de vidas y bienes. No estaba claro, en qué consistía ser libres, ni qué ventajas traía, proclamarse república. La libertad y la igualdad no se decretan y cuando se desatan las pasiones más bajas, la vida no vale nada. El Decreto de Guerra a Muerte destruyó las bases que requiere el edificio de una sociedad democrática.
Eliminar al contrario, pasarlo por las armas, lleva a la irracionalidad y la injusticia. De ello no se libró el Libertador. La sensatez tardó en llegar. El armisticio y la regularización de la guerra deben ser el espejo bajo el cual celebremos estos fastos. Y no, la exaltación de batallas, fusiles y lanzas.
Hace poco el Papa Francisco le habló así a un grupo de parientes de militares italianos caídos en las misiones de paz: "La guerra es el suicidio de la humanidad porque mata el corazón y mata el amor". "Nosotros hoy hemos venido a rezar por nuestros muertos, por nuestros heridos, ¡por las víctimas de la locura que es la guerra! Es el suicidio de la humanidad, porque mata el corazón, mata precisamente donde está el mensaje del Señor: ¡mata el amor!". A 200 años, persuadámonos de que no es con la muerte, sino luchando por la vida de todos, sin distinción, sin exclusión, como podemos construir la patria bonita, fraterna, en paz.
faustih.cronicas@gmail.com
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