martes, 22 de diciembre de 2009

María Isabel Párraga B. //


Otro cuento de Navidad

Esas tres bambalinas han estado allí como moraleja de que los tiempos siempre serán buenos
Capítulo uno: la caja perdida. La historia arranca con una caja enorme escondida en el último tramo del rincón más recóndito del más intrincado clóset de la casa. Y miren que todos los años hacemos la misma promesa, que como otra de las mil trescientos cincuenta que hacemos en Navidad, olvidemos, como Dios manda en el siguiente mes de enero: "este año sí& Esta vez guardaremos el kit navideño en un lugar mucho más cómodo". No sé por qué dentro del corre corre de los primeros días del año cuando deseamos dejar todo limpio y en orden luego del barullo de la Navidad colocamos el referido kit en "aquel lugar secreto" pero tanto, tanto que al cabo de los once meses se nos olvida cuál es. Claro, porque a lo inaccesible de los "cacharritos navideños" hay que sumarle la falta de memoria de si está allíiiii lejíiisimo donde se guardan las maletas o en el taller en la parte de arriba de los estantes de las herramientas de mi esposo. Puede ser que el último escondite del Niño, la Virgen, San José, la Mula y el Buey sea en el cuartico de la bomba de agua. ¡Dios! ¿Dónde lo guardé esta vez? Bueno, ¡qué remedio!
Este 2009 preludio del 2010 le dio por estar en clóset de uno de mis príncipes. Al lado del vestido de primera comunión de mi princesa. ¿Qué loca? ¡Qué sitio tan poco convencional! En fin, a lo que vamos& Luego de sacarle el cuerpo llegó el momento: ¡vamos a decorar la casa de Navidad! Aquí habría que decir: "¡yupiiii, albricias, regocijo, parabienes!", pero ¡noooo! Confieso que montar el arbolito, las guirnaldas y no digo que el Nacimiento (porque sus protagonistas no dan nada de trabajo), sino todo ese aparataje rojo, verde y dorado, me da muchísimo fastidio. Claro que no tanto como desmontarlo. Eso sí es realmente IN-SO-POR-TA-BLE, pero, bueno& Cuando en una casa hay niños la Navidad es para ellos completica. Así que armados de unos cuantos discos de aguinaldos mucho más potable que las gaitas nos damos a la tarea& ¡Llegó la Navidad!
A estas alturas hay que hacer una acotación NUNCA, NUNCA, NUNCA es lo mismo un arbolito de plástico a un aromático pino natural. Así, sí provoca. Ese olor al imperio posible y gracias a Cadivi cada vez más lejano al menos nos trasladaba a unas coordenadas cercanas a Santa o, por lo menos, nos devuelve a nuestra infancia, a ese olor maravilloso mezclado con hoja de hallaca y los Cardenales del Éxito o algún mosaico de la Billo's sonando en el picó del 3 en 1 de la casa. Particularmente ya llevamos unos cuantos años desempolvando el mismo pino de plástico que compramos hace unos 18 años cuando mi esposo y yo estábamos recién casados y tampoco teníamos para la aventura de uno canadiense, pero cuando eres más joven igual todo te huele a pino, a esperanza, a futuro. ¿Será una metáfora de estos tiempos que después de unos cuantos años de arbolito real ahora nos toca nuevamente su versión de polietileno? Sin duda que es llamativo cómo después de más de una década de verde natural volvemos al punto de arranque" ¿Retroceso? Bueno, en versión positiva "volviendo a lo básico". Así son los tiempos que corren.
Capítulo dos: testaferros y luces. Ya ha pasado una hora desde que comenzamos a buscar "la caja de nuestros tormentos" hasta que nos disponemos a armar toda la escenografía. Ya suena el CD de aguinaldos de Serenata Guayanesa y, tengo que admitirlo, el ambiente se ha distendido bastante. Momento importante: la apertura. Siempre es un capítulo sorpresivo que puede generar acordes tensos. No sé por qué es una fija albergar el temor de que cuando cortemos los tirros con los que está sellada nos va a "estallar" en la cara un amasijo de ramas plásticas mezcladas con luces y bambalinas que fueron guardadas literalmente "a presión". Con el debido cuidado abrimos las dos compuertas a la "Navidad pret a porté" de todos los años. Ta ta ta tannnn, estamos de suerte. Nada hizo pum. Allí están las ramas, las bambalinas, los buenos y nobles protagonistas del nacimiento (ellos no dan ningún trabajo) y& Dios& ¿Por qué? La peor de las pesadillas del kit navideño: LAS LUCES. Son un gran misterio. Casi tanto como el hecho de los delitos sin delincuentes, o como nunca aparecen los autores intelectuales en los casos comprometidos "testaferros" solitarios y nunca se toca a quienes representaban& Bueno, así de extraño es el asunto de las luces. Porque lo cierto es que tú te puedes tardar horas de horas en dejarlas ordenadas cuando guardaste todo en el pasado enero y las enrollaste con todo el cuidado del mundo y chequeaste que los bombillitos estuvieran bien atornillados y a la hora de la verdad, siempre las encontrarás enrolladas y/o dañadas y al final de la jornada seguro que te verás obligado a comprar otro set.
Capítulo tres: las ramas pinchan. ¡Ay! Ya el Nacimiento está en su lugar, la verdad es que se ve muy lindo. El mejor de todos el Niño Jesús cada día más inocente del "desastre que hay a su alrededor" (metafórico y literal). Como pudimos, ordenamos las luces. Lo típico: de las cinco extensiones de chispitas, sólo sirven dos. Pero bue& Llegó el momento de armar ese degradé de ramas, desde las más grandes hasta las más pequeñas. Ok, suena fácil. Elemental. Pero no. Lo sencillo se torna complicado porque a pesar que ves las ramas completas, en la caja hay una cantidad de hojitas "pullúas" que van incrustadas en unos huequitos muy pequeños de cada tronco. Y cabe la mención: no son pocas. ¡Señor dame paciencia, pero dámela yaaaa! Y todavía nos espera el próximo capítulo.
Capítulo cuatro: el Baile del Sebucán Finalmente y luego de toda esta epopeya cotidiana del palito mantequillero, la bomba de ramas, el amasijo de luces y los "pullos" de plástico llegó el momento folclórico de la jornada: el Baile del Sebucán. Sí, ese que es primo de los Chimi Chimitos, tío abuelo de la Burriquita, sobrino nieto del Pájaro Guarandol y compinche del Carite. Todos armados de bambalinas, muñequitos y guirnaldas varias dándole vueltas al pino-plástico. Llega un punto que estamos tan acoplados que aquello llega a parecer una coreografía de Yolanda Moreno. Es allí en ese preciso instante que todo cobra sentido. Lo que comenzó siendo todo un "fastidio" y una Oda al Grinch se convirtió por arte de la Navidad en un "momento Kodak". Siempre sucede así. Puedes tener todas las presiones, el país se puede estar cayendo a pedazos, puedes estar rodeado de incertidumbre y dudar sobre un futuro cierto para tu familia en medio de un esquema en el que todo puede pasar, pero en la risa de los tuyos, la maravillosa expectativa de tus hijos a la espera del Niño Jesús y ese olor a hallaca que recuerda que antes, ahora y siempre no hay como la hoja de plátano para amarrarnos a todos los venezolanos como uno solo son razones para que año tras año se repita ese "horror" de poner el arbolito, así no sea canadiense, ni tenga el verdadero olor a pino.
Corolario En el medio de la caja Houdini de la que tanto hemos hablado se guardan tres bambalinas rojas muy particulares. Son tejidas, hechas con estambres. Tienen exactamente 18 años. Esa y otras iguales que elaboramos mi esposo y yo fueron los únicos adornos del primer arbolito de recién casados. En aquella época no había para más. Sin embargo, aquella primera decoración navideña de familia en ciernes nos pareció la más hermosa del mundo. Hoy guardamos tres de estas bolitas. Una para cada uno de los chamos. Son ellos los que escogen el lugar privilegiado que ocuparán en ese año en el pino de turno. En todos estos años ha habido de todo: árboles grandes, canadienses, de Uverito o Made in China& pero esas tres bambalinas siempre han estado allí como moraleja de que los tiempos siempre serán buenos, los mejores, si a pesar de todo conservas la esperanza y te mantienes unido a todos los que amas. ! Feliz Navidad !





mariaisabelparraga@gmail.com

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