martes, 30 de abril de 2013

Roberto Giusti


Nunca entregues

No han entendido que estamos en el umbral de otra época y existe una nueva realidad

ROBERTO GIUSTI |  
EL UNIVERSAL
martes 30 de abril de 2013  12:00 AM
Este nuevo gobierno, esencialmente viejo y decrépito, ha nacido no sólo con la mala sombra del fraude proyectándose sobre quienes lo dirigen sino, sobre todo, aferrado al precepto fundacional de todo régimen de naturaleza totalitaria: cualquier evento, por indeseable que pueda ser, es preferible a entregar el poder.

Tal paradigma, mandato cuasi metafísico que antepone, sobre cualquier argumento fundamentado en el sentido común o la democracia, la angustiosa necesidad de preservar el sacrosanto principio de la revolución, en Venezuela adquiere ribetes de farsa porque, en realidad, lo que se quiere preservar son las comisiones y las partidas presupuestarias liberadas de todo tipo de control. 

Bajo esa justificación puedes perder las elecciones luego de dilapidar, en un mes, el inmenso capital electoral laboriosamente acumulado en casi tres lustros. Puedes verte desconectado de las masas, empeorar (toda una hazaña) la ya terrible gestión enca bezada por el fundador del proceso, negar un recuento de votos como Dios manda y correr con las consecuencias políticas que eso implica. Puedes actuar de la manera más arbitraria, cual despótico sargentón tropero y malencarado e incluso despojarte de la máscara democrática sin la menor vergüenza. En fin, puedes hacer cualquier cosa, cometer cualquier locura, consumar cualquier desaguisado, pero nunca, nunca, entregues.

Y eso es lo que está pasando. Perdieron las elecciones, lo saben mejor que nadie y niegan la auditoría. Extraviados en su orfandad, porque también perdieron la razón de tanto poder acumulado y la forma de administrarlo (Hugo Chávez), se refugian en el despotismo. Privados del fervor popular que despertaba el caudillo y le permitía la comisión de todo tipo de desafueros sin ver perjudicada su popularidad, acuden al expediente de otra ficción (la radicalización del proceso), es decir, la violación del Estado de Derecho y no se dan cuenta de que cada acto de violencia, cada mentira y cada falsa imputación se traduce en el adelgazamiento de su maltrecha contabilidad electoral.

No han entendido, todavía, que estamos en el umbral de otra época, que ya nada es igual, que existe una nueva realidad política y que la única forma de rescatar gobernabilidad parte del acuerdo mínimo entre las partes en potencial conflicto. Frente a esa incomprensión se encuentra una oposición comprometida, con su líder a la cabeza, a hacer valer el mandato de más de siete millones de venezolanos, cuya voluntad no puede seguirse ignorando como si se tratara de una minoría intrascendente, neutra y pasiva. Y hacerlo, además, en paz y democracia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dentro del mejor de los climas y respeto