HABÍA DE TODOS TIPO DE HORMIGAS
PERO ERA PEQUEÑO EN EDAD
Mira papá, decía mamá a mi abuelo, recordando cosas de mi infancia y de verdad que a mí me fascinaba el oír aquellas remembranzas de mi vieja, una de ellas y de las que más recuerdo era que se ponía a observarme por la ventana que daba al corral de la casa que estaba en la cocina y con una gran risa decía tengo la impresión de que eran seis sus años y decía no le perdió pisada a mi mamá (mi abuela), allí debe estar sentado en el quicio de la cocina con los pies cerca de las matas de coqueta con pan rallado y azúcar dándole de comer a las hormigas. Y eso para él era un formalismo cuasi religioso, me encantaba hacerle torta de pan, con el pan frío que quedaba de la tarde ya lo tenía medido y era el jueves cuando juntaba toda la sobra de pan para remojarlo en leche, podría haber sido otro día -pero no era el jueves- y así sucedían las cosas, con una lata de sardina la lavaba hasta con espuma de parapara era una concha de la fruta de una semillita negra que se llamaba así y que tenía la particularidad que al moverla con agua hacía espuma como el jabón y con un trapo de esos viejos estrujaba aquella lata y luego iba a la pila (llave de agua) que estaba en la calle y enjuagaba su lata y le quedaba limpiecita la secaba y luego con un clavo y un martillo la iba perforando hasta que todo el fondo de la lata no le quedaba un espacio, - era un trabajo de paciencia- lo hacía con un clavito finito y era para que le quedara justamente finita en ella rayaba las teticas de pan duro y los metía en una lata de leche klim que celosamente guardaba bajo su cama. También le gustaba hacerle los mandados a Tía Cristina, quien lo mandaba a la bodega de Francisco personaje muy popular del guayabal, calle donde vivíamos, siempre pedía la ñapa, con este nombre se conocía el premio que solicitaba al bodeguero por la compra siempre era con un interrogante: ¿Y mí ñapa?, bien el siempre pedía harina de gofio con azúcar, comía de esa ñapa lo que podía de la bodega a la casa unas cinco casas de distancia el resto para la lata de leche que estaba bajo la cama -había – que destacar que era muy rutinario ya se sabía que cosa venía detrás de la otra, de manera que así comenzaba su día: Una vez hecho su aseo matutino, desayunaba, terminaba y sacaba los cuadernos hacía la tarea, eso así al lado del de sus cuadernos ya estaba la lata de Klim, y allí donde apuntaba que me observaba allí me iba, comenzaba a hacer caminitos de toda esa mezcla del pote muy bien racionados para que comieran las hormigas y eso lo hacía mi abuela -era la razón de al decir que no le perdí pisada-, bueno lo cierto es que él tenía a aquellas diminutas criaturas clasificación nunca le faltaba un pedacito e cartón y como un pastor las separaba. Esa clasificación era más o menos así: Las Locas que son esas hormiguitas que van como descarriadas sin lugar fijo fuera de rutina con la miga de pan, las negras que se ven como difíciles para el trabajo y son verdaderamente rutinarias tienen un camino para subir y uno para bajar viven de las locas pues cada vez que se chocan le quitan la carga -la miga-, el las consideraba como una carga impositiva para el hormiguero eran vagas y vividoras, las culonas esas eran como las hormigas madres muy trabajadoras y hasta coquetas, con su tongonear al andar correctamente formadas y con gran habilidad para cargar las migas más grandes, también estaban las candelitas a esas les tenía como rabia pero no dejaba también de darle comidas esas son las amarillas para unos tojas para otros pero picaban y peleaban con las otras, para esas utilizaba el cartón cito y les ponía una raya con una tiza en la tierra era curioso porque ellas no pasaban donde estaban las otras con esa raya, y tampoco allí lo picaban a esas les ponía de la perola de klim las migas más pequeñas las más finas no por complacencia sino para que trabajaran más amén de que para estas chocantes mal agradecidas como en las llamaba también les intercalaba conchitas de pan pequeñas pero que necesitaban el concurso de tres o más de ellas para transportarla así las mantenía alejadas de las locas, las negras y las culonas. Hoy lo veo y parece que no hubiese crecido es que de este plano donde ahora nos encontramos lo observamos tan nítido que ese ayer se transforma en hoy, y en el mismo orden vemos como nos aparece el mañana, estimo y creo que eso es posible por los buenos abuelos y padres que él tuvo y lo que hacemos es cuidarlo mucho. Siempre fu y es excelente amigo y constante de la primaria eran muchos los compañeros de la primaria que le hacían comparsa , pero de ellos el único que ya lo visitaba después de haberme hecho abuela era Alexis, que por cierto desafortunadamente murió de una manera lastimosa con esa enfermedad que se lo comió en meses, y del guayabal Vicentico, de la secundaria como la mayoría no eran de Caracas, son pocos los que lo visitan sin embargo a su casa siempre llegan, no hay una cosa me fascina más que verlo entrar al hospital parecía un soldadito de plomo con tanto almidón en la ropa aquellas batas que le hacía que eran de saco de de harina, de la harina Gold Medal, que me los vendía el negrito William en la Panadería de Santa Rosa, recuerdo que tenían un gallo rojo caray que era más difícil quitárselo yo embostaba esos sacos ya desarmados con jabón azul y lejía en una plancha de zinc galvanizado que ponía en la azotea operación esa que era por cinco o más días y después venía el cloro para una vez blanca la tela plancharla y tener para hacerle sus batas que todos se la envidiaban pues tenían doble puño para que luciera las yuntas que tu le regalaste ¿Te Acuerdas?, caray si algo tiene es su carisma cosa de toda la vida recuerdo a sus amigos de la “U”, como los llamaba, Miguel fue entrañable amigo y junto a él Julio, Marcos, José Rafael, un evento triste creo que fue dentro de todo cuando perdió sus oídos, eso fue recién graduado que comenzó con la trabajadera en el esa pasión que para él fue la salud, allí se hizo de infinidad de amigos que escapaban a su ampo fue el papa joven como le decían muchos, otros de que era incansable recorría esos talleres, laboratorios y almacenes en una motoneta, ya algunos resabiados nada más al sentir el ruido de la moto decían viene el jefe, tan es así que todos los días iba de oficina en oficina dando los buenos días preguntando por enfermos, por hijos como sigue, en fin una vez una amiga le agradeció que le metiera a trabajar a una sobrina a lo que le dijo mándamela vamos a ponerla de avance y todo va a depender de ella , en una de esas visitas sorpresa que hacía le llegó a la muchacha en una oficina que llamaban la principal y se dirigió al escritorio de ella a lo que le dijo como va todo como esta Marina que era como se llamaba la tía ah muy bien y usted como está, él le respondió, yo muy bien creo que quien no está muy bien eres tú y para no hacerla sentir más le dijo métele papel a la maquina, la toco en el hombro y se retiró a su oficina donde tenía pautada una reunión ya estaba madurando la idea de hacer el laboratorio farmacéutico y concluyeron haciendo 78 genéricos (medicamentos), allí fue donde tuvo el inconveniente con sus oídos cierto día creció el Güaire tan fieramente que inundó los almacenes y el se metió junto a la gente que le acompañaba a salvar las vacunas y resulta que esas pasadas por ambientes de distintas temperaturas cayo de largo en el patio sin conocimiento y sangrando por los oídos y se perforaron sus tímpanos y el resto ya lo sabes anda con esos aparatos yo creí que le iba a dar pena, un día me dijo es tan grande la naturaleza humana que ella sabe todo y fíjate mamá me dijo es tanta la porquería que hay que oír que mira la forma de los aparatos parecen una poseta en miniatura , pero eso lo recuerdo con tristeza pero es que hasta para su mal tenía buen humor. De todos esos amigos que hizo, el recordaba con mucho agrado a todos pero de manera especial a Juan Inocencio, Rómulo, Norman, Adolfo Hibner Castro ese era tío de un Médico muy amigo, por cierto Gobernador de Cojedes el Dr. Egor Nucete Hibner, Adolfo él lo describía como un viejo cascarrabias y gruñón, a quien adoraba, le quitaba del camino a todos cuantos fastidiaba él a veces le decía Adolfo, quédate tranquilo no pelees, el era y así lo denominó su amigo el policía tutor, y de hecho en las conversaciones que de tarde hacían conoció por boca de Adolfo que había sido Oficial de la SN (Seguridad Nacional), Julián, quien era si se quiere su inseparable, empinaban el codo, ambos tuvieron sus tiempos y épocas laborales buenas en unas fue su Jefe en otras al revés, bien junto a él se hizo un trío que era un bloque Toñito (Antonio) su compadre con quien tuvo una muy bonita amistad le bautizó o confirmó no se a su hija, en esas andanzas y ya profundizando en las amistades se entera que Julián tenia problema de azúcar con razón le peleaba que comía mucho dulce, pero bueno así eran lo único es que a estos les gustaba ponérmelo a cantar pero ellos disfrutaban de eso pero no tocaban ni puerta. Con Vicente un amigo de crianza en un diciembre llegaba como todo los años y ese día le dice Vicente ven para que veas esta grosería era un cuarto lleno de Cestas de Navidad y le dijo a mi me da pena esto vamos a desbaratar estas cestas pero esa grande con el Jamón es tuya, en principio no quería los cierto es que desbarataron todas las cestas y aprovecharon los papeles y parecía al Niño Jesús con Vicente al lado casa por casa y llevando a cada una regalos el sinvergüenza le dijo a Vicente cogemos la botellitas mayorcitas y regalamos las de otras. Lo hicieron y que felicidad se le veía a ese muchacho papá, sin embargo el me dijo amén de tus reflexiones y las de papá, mamá, no ha habido nadie que con una increíble madurez y sapiencia me haya dicho las cosas que Vicente, según él le dijo: mira pendejo esos regalos son para silla donde te sientas no son para ti, carajo yo juraba mamá, que era Chucho Trenard, quien hablaba conmigo, bien llego año otro diciembre le digo al habitual Vicente, hermano vamos a comprarle unas botellitas a los muchachos esos vienen de seguro con su alboroto y los amigos y con eso te llevas tu cuelga también, Vicente, recordó te acuerdas lo que te dije este año como no estás en aquella silla ni una solo vi en el arbolito la de Trenard, carajo aquello me comentó tremenda y sabia lección. Vicente había llamado a aquellos regalos Las Cestas De La Hipocresía Hay es que tengo tantos cuentos que no acabaría creo que nunca papá, decía la vieja, ese señor que quiso tanto murió era un fumador así como se me puso él que no hacía caso, de eso te cuento que cuando murió discutió con la esposa llegó a la Funeraria y se cogió ese muerto para él le dijo Chucho fue demasiado varón para que Ud. Lo mande a maquillar ”pendejadas”, imagínate nada más el lío que armó que hasta los hermanos le dijeron a la mujer ese es su amigo, duro golpe esa pérdida que de cosas ahora es él que tiene diabetes se la descubrieron después del 2do infarto que vaina igual que el amigo y lo que preocupa a mucha gente que ese jovial echador de jaretas en vez de almíbar parece tomara alcíbar (amargo) se molesta pelea y quizás parodiando un tanto a Vicente a su amigo diabético él lo ve muy bien pero ostentoso y con muchos regalos, recuerdan las cestas de la hipocresía se ha tornado peleón parece que perdió aquella facultad de análisis, sabes por qué piensa en las hormigas locas, las candelita, las culonas, las negra vividoras y cuando ve la vaina que al amigo le echan parece una fiera herida por que el humor le cambio muchísimo y le dijo al final de un escrito que su amigo diabético controlado y entendió: Lo que más quisiera yo es tener uno solo amigo de cómo amigo soy yo, y no ha sido tarde pues siguen de amigos aunque esas hormigas que fueron en otrora su diversión terminaron ayudándolo aunque no perdió la idea de las candelita, ni la observación de las negras, adora a la familia de su amigo, sigue fascinándole el dulce hoy ya no bebe, ni fuma pero añora su dulce y con recelo reclama y dice que con todo el azúcar que la hormigas comen no se ha detectado ninguna diabética… hay que averiguarlo ah… cuidado con las hormigas.-
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