viernes, 7 de junio de 2013

PRODAVINCI

 



Por 

Alberto Salcedo Ramos | 6 de Junio, 2013
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PRODAVINCI


Abrir el correo electrónico cada mañana es como volver a una casa de campo después de permanecer varios días por fuera: hay mugre a granel, hojas secas, flores marchitas, polvo.
Un remitente informa que hará un festival de astrología en Dallas, otro ofrece “las mejores aplicaciones de escritorio de sky drive”, el de más allá dice que te acabas de ganar un millón de libras esterlinas, otro manda un mensaje en power point sobre las ventajas de amar al prójimo, y así.
spam texto
Desde una cuenta que se llama “God espectáculos” invitan a conocer “el legado de la salsa venezolana”, desde otra que se llama “Creativos únicos” te prometen la fórmula mágica para estimular la imaginación.
Aún falta inspeccionar el montón de mensajes que aparecen bajo el rótulo “LinkedIn”. Los abres, los revisas, y entonces descubres que se trata de una red social. Pero sigues sin entender a qué hora invitaste a toda esa gente que, según te dicen, has invitado, si ni siquiera sabías que existía LinkedIn.
También tendrás en la bandeja de entrada un mail en el que Badoo te exhortará a “leer tu mensaje antes de que sea borrado”. ¿Badoo? ¿Quién manda a estas alturas un mensaje que se autodestruirá en cinco segundos, como si la vida fuera un capítulo atrasado de la serie de TV “Misión Imposible”?
Debajo habrá otro mail en el que el remitente pide “revisar tu newsletter personal en xing”. Si uno fuera verdaderamente serio, a estas alturas clausuraría para siempre la cuenta de correo electrónico y se iría a sembrar hortalizas en una aldea remota.
Ni hablar del bombardeo publicitario: electrodomésticos, ropa, cursos de inglés, víveres a domicilio, cruceros a las Bahamas. Basura, basura y más basura.
Hoy lo que más nos ocupa no es leer el correo sino limpiarlo, mandar al pozo negro los mensajes indeseados. Un día propuse comenzar un decálogo para escritores modernos con el siguiente mandamiento: “tendrá usted la disciplina y la tozudez de quienes envían correos spam”.
Encontrar basura al explorar el correo electrónico es como divisar árboles al viajar por carretera.
Según Google, los 2.200 millones de usuarios que tiene internet en el mundo registran cada día 250 mil millones de interacciones.
Estas simples cifras indican que es casi imposible mantenerse a salvo de los corsarios virtuales.
Quizá, en el fondo, tampoco estemos interesados en mantenernos a salvo. Al fin y al cabo, mientras más correos spam nos lleguen, más demoraremos eliminándolos.
Esa es una forma de alargar la liturgia de cada día en internet, para dedicarle más tiempo al dios que hoy nos rige: el computador.
No es gratuito que a estos mensajes masivos se les conozca también con el nombre de “cadenas”: estamos atados, y no bastará un simple clic para zafarnos.
Hoy nos acostaremos dejando la bandeja de entrada limpia. Mañana la encontraremos sucia otra vez.
Para cerrar y reabrir el círculo vicioso, nada más apropiado que el nuevo mensaje que entonces veremos: un correo basura que nos promete defendernos, por fin, de los correos basura.

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