El arte de la duración
Dos documentales de reciente aparición: Maten a Witoldo , sobre Witold Gombrowicz (al que estuvo dedicada esta columna la semana pasada), y El jardín secreto , centrado en Diana Bellessi, actualizan algunas reflexiones acerca de ese género audiovisual.
Dirigido por Cristián Costantini, Diego Panich y Claudia Prado, El jardín secreto se puede ver los jueves de junio, a las 19.30, en el Centro Cultural de la Cooperación. Maten a Witoldo , en cambio, aún no tiene fecha de estreno en la Argentina, pero ambas obras ejercen, de manera distinta, un mismo poder de seducción que imanta al espectador. Se quiere llegar al final de esos films como al de cualquier obra narrativa que promete el desenlace de un nudo dramático, la resolución de un conflicto desarrollado a pulso y sin perder la tensión durante los cincuenta minutos anteriores. ¿Qué es lo que alimenta esa ilusión? ¿La presencia fantasmática de un Gombrowicz que emerge como Aladino de esa lámpara mágica que es el lenguaje de los otros? ¿La voz grave y sedosa de Bellessi cuando dice sus poemas, en fusión perfecta con la naturaleza vegetal que envuelve su mundo? ¿O quizás alguna otra cosa, difusa, inherente al propio género cinematográfico que los retrata?
En su libro Ver y poder , Jean-Louis Comolli señala que el documental lleva menos la impronta de su realizador que la de su objeto. Quien es filmado, a sabiendas o no, hace una puesta en escena de sí mismo, que requiere la complicidad del cineasta, porque esa puesta en escena es sin duda la forma más adecuada para garantizar la eficacia de su propio discurso. El protagonista del documental se convierte así en un personaje, alguien a quien "hay que filmar desde muy cerca, como una oreja más que como una mirada", recomienda Comolli. El resultado es una "toma de imágenes que es vivida como una toma de lenguaje", efecto que se redobla cuando el que habla es un escritor, o cuando otros hablan acerca de un escritor.
Convertido en personaje, el protagonista del documental actúa de eslabón entre la realidad y la ficción. Según Comolli, en el documental los hechos no mandan tanto como el relato. "Documental: lo contrario de la información, el reino de la ambigüedad, el dominio del relato. Es por eso que el documental tiene mucho que ver con la ficción. En el más positivo de los sentidos". Y aquí enuncia lo que acaso explique la seducción del género: "La ficción es duración . El documental, en tanto retrabaja las dimensiones de la ficción, es también arte de la duración. La duración, la ficción, juntas constituyen la idea de la transformación. La duración es el tiempo necesario para que algo se transforme y antes que nada para que una relación se plantee, se establezca, se desarrolle". En esa relación, el sujeto espectador y el objeto protagonista del documental quedan indisolublemente enlazados. Mientras las imágenes duren, claro..
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