martes, 16 de diciembre de 2014

Maduro con José Vicente Rangel

               

Maduro con José Vicente Rangel 

(o “Más fuego a la candela”)

; por Willy McKey

Por Willy McKey | 15 de diciembre, 2014


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El domingo 14 de diciembre Nicolás Maduro fue invitado al programa de televisión que conduce José Vicente Rangel en la señal abierta. Cuando el veterano periodista y ex-ministro le preguntó sobre el aumento de la gasolina, Maduro respondió lo siguiente:
“En una economía como la que estamos viviendo, donde las mafias criminales, las mafias especulativas, los factores especulativos están disparados, del capitalismo éste que está por ahí pululando, tomar una decisión de ésas sería echarle más fuego a la candela. Ése es mi criterio”
El simple hecho de que desde la vocería principal del Estado se asuma un candelero como contexto-país, sin que la acción inmediata sea proponer oficialmente lo que se hará para salir de las brasas, es una equivocación comunicacional rotunda. Pero algo llama más la atención: el ligero pero significativo desliz en la manera de enunciar el lugar común de “Echar más leña al fuego” y construir una variación todavía más combustible.
De las ciencias que estudian el lenguaje, la que se encarga de refranes, dichos y proverbios como “En boca cerrada no entran moscas” o “Echarle más leña al fuego” es la paremiología, una disciplina que extrae la esencia de esas expresiones (que sobreviven siglos con su sentido intacto) para estudiar lo humano por una razón poderosa: lo que se concentra en los proverbios son verdades ontológicas, resúmenes de lo que el ser humano ha aprendido con el tiempo.
¿Qué sucede, entonces, cuando un ser humano tuerce el camino de un proverbio?
¿Qué puede pasar para que un proverbio no sea suficiente como resumen de lo que se quiere decir y haya que torcerlo, escondiendo el torniquete detrás de la retórica?
¿Qué hace que alguien no tenga suficiente con “Echar más leña al fugo” y necesite redundar con un “Echar más fuego a la candela” para poder decir lo que quiere decir?
Tratándose de la primera vocería del país, ¿es la candela un diagnóstico? ¿O son el fuego y la candela un simple pleonasmo, una redundancia?
Cuando se redunda adrede, se hace para aclarar, para evitar malentendidos, para reafirmar. Pero en este caso no estamos ante pleonasmos simples, como “los precios de la gasolina subirán para arriba” o “el precio del barril del petróleo está bajando para abajo”. Además, es imposible no recordar otras temperaturas de la retórica oficial, como aquella máxima “Candelita que se prenda, candelita que se apaga”.
Pero, al parecer, los incendios de la economía no se apagan con la misma facilidad que los muebles en combustión.
Luego de diagnosticar la combustión como paisaje, la primera vocería oficial asume que tomar una decisión como aumentar la gasolina (que ya fue pedida por la clase trabajadora; que según dice el Presidente contaría con apoyo popular; que significaría una importante entrada de dinero; que sería un golpe al contrabando) no sería un acierto sino “echarle más fuego a la candela”.
Los pleonasmos aparecen cuando se desea diferenciar lo que se quiere decir de una posible lectura metafórica. Pero para eso funciona mejor la reiteración, un recurso que mal puesto se parece demasiado a la duda:
“Ya tenemos la fórmula de cómo sería, digamos, su adaptación en el tiempo de los nuevos precios de hidrocarburos y llegará el momento… llegará el momento… en el 2015…  quizás en 2015″.
Con estos insumos en las manos, la lectura básica de cualquier semiólogo interesado por la política local sólo deja espacio para dos interpretaciones.
La primera es que el momento político (esta candela) no es adecuado, aunque se cuente con la aparente aprobación popular.
La segunda es que ese “esquema que ya se ha trabajado” y “justo” significa un perjuicio para esos “factores especulativos” y sea eso lo que tenga un costo político (ese fuego). En dos platos: que quienes se benefician con el status quo podrían tomarse a mal que se tomaran las decisiones correctas.
Todo eso concentrado en una sola intervención: la candela como diagnóstico y el fuego como eso que pide el pueblo.
El aumento de la gasolina una vez más convertido en un fantasma.
No hay que dejar de lado que es la gasolina y no la leña la manera accidentada en la que el primer mandatario intenta volver a la sabiduría del proverbio cuando dice: “No tenemos apuro y no le vamos a echar más gasolina al fuego que ya existe en la especulación la y la inflación inducida, no controlada aún”.
La gasolina y no la leña, enunciando en negativo, tal como se usa la expresión en inglés: Not add fuel to the fire.
Y en medio de todas las referencias inflamables, pasa desapercibida una más: esa insistencia en que no hay urgencias, en que no hay apuro, en decirnos en voz alta que todo está bien.
Nada más sospechoso que alguien que cree necesario advertir que no hay apuros. La calma no se anuncia: cuando es real, es evidente… como la candela.

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