martes, 9 de diciembre de 2014

Del ejercicio de la profesión

         


EL UNIVERSAL

Del ejercicio de la profesión

LINDA D' AMBROSIO |  EL UNIVERSAL
martes 9 de diciembre de 2014  12:00 AM
Mi hijo quiere hacer un curso de tatuaje.

Tras ver signada su propia piel con el nombre de mi difunta madre, ha dado en pensar lo conveniente que  resultaría explotar su innato talento de ilustrador para "sacar unas pelas" (levantar unos churupos, dicho en el más rústico lenguaje madrileño) al tiempo que continúa sus estudios.

La idea, comercialmente, no es descabellada: modificar el propio cuerpo a través de la incorporación de  tatuajes o piercings  va resultando una práctica cada vez más común, con la consiguiente demanda de profesionales del ramo. Sin embargo, consultados independientemente, cada uno de sus progenitores ha reaccionado con idéntico argumento: ¿ha sopesado el riesgo que implica incidir en el cuerpo de otra persona y las responsabilidades que se le pudieran reclamar?

Y es que cada profesión tiene lo suyo. Todas, directa o indirectamente, repercuten  en la vida de otras personas, pero algunas de manera más evidente  que otras.

Los efectos, a menudo nocivos, que han tenido ciertos maestros  en la vida de algunos, han dejado una huella más indeleble que el pigmento de los tatuajes. Con el debido respeto hacia mis colegas, cuya vida cotidiana oscila entre el malabarismo y la erudición, a menudo se pierde de vista  el impacto que puede ejercer un docente en la vida de sus alumnos, el conocidísimo "efecto Pigmalión". Del mismo modo, cuántas veces el ejemplo y la  oportuna acción de alguien ligado a nuestra vida estudiantil esclarece nuestras inclinaciones, marca una pauta.... A casi 35 años de graduada sigo percibiendo en mi día a día el influjo de  Carmela Bentivenga, escritora, maestra y persona excepcional.

Pero a nadie se piden tantas responsabilidades como a los médicos.

Un médico, uno por vocación, por pasión, no es una persona normal. Es increíble la resistencia y el esfuerzo que pide la formación. Luego, requiere enormes dosis de energía y de, aunque suene dramática la palabra, sacrificio. Pero, sobre todo, un médico es una persona que actúa, que interviene en otra persona, ocasionando cambios. Y eso requiere unas dosis enormes de sangre fría. Nadie asume tantos riesgos cuando interviene. La naturaleza misma de su tarea requiere decisiones y, siendo cada cuerpo diferente, es imposible controlar todas las variables.

La diversidad de ocupaciones y vocaciones es lo que permite que el mundo siga dando vueltas: cada quien realiza una labor necesaria y cada uno es grande en su puesto, como diría el Génesis, según su especie. Sin embargo, lo que parece contribuir a hacer de nosotros mejores profesionales y redunda en una mayor felicidad  es  no perder de vista por qué hacemos lo que hacemos, cuál es el sentido de nuestra labor y de qué manera impacta en las personas que nos rodean.

linda.dambrosiom@gmail.com

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