NO OIGO

De tal forma que los invito, conversemos pero
conservando las normas del buen oyente, pues yo interrumpo y desde mi sordera
no las conozco, quizás otra de las ventajas de la minusvalía ótica era esa
oscuridad que ofrecían las palabras del conversante que inquiría una repuesta
que era obligado decir ¡perdón!
Bueno de manera que la pretensión de otrora no era posible aplicarla y…
descubierto, debía mostrar el aparato del oído y solo ese comentario y rumor se
percibía porque al levantar la cabeza y ver a la cara el auditórium lo
adivinaba y no era otro, ¡es sordo!,
si soy sordo y saben lo que pasa que el sordo no se conoce, cuando el ciego
cruza la calle al asomar el bastón todos los vehículos paran y sobra que más de
un conductor que ve la oportunidad de hacer su obra buena del día y abandona su
vehículo y le toma por el brazo para hacer el favor completo, igual pasa con el
que está en la silla de ruedas es notoria su minusvalía… Pero el sordo no, hay
un hecho en función que obligado al sordo y es ver por dónde camina: objeto no
tropezar y caer pues hay fallas amen de auditivas de problemas de equilibrio y
cuando pasa la calle, acompañado de una reprimenda recordatoria para con tu
progenitora te gritan ¿Eres Sordo?... Si soy sordo es por ello que aseguro y
ratifico que el sordo no se conoce, nadie sabe que eres sordo, y lo más claro
ven es que tienes madre, pero no saben que eres sordo. Como envidio y anhelo el
color de los sonidos y sin pena alguna con envidia plena, pues a estos años me
gustaría reaprender las normas del buen oyente y así disfrutar de la policromía
maravillosa del sonido de manera que concluyo que la peor tiniebla del mundo es
no oír, y viene al caso la política será que ellos están inmersos en esas
tinieblas, que buena vaina no oigo y punto.
Raúl A Poveda S.
21/09/2013
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