EL UNIVERSAL
Universidad autónoma
El gobierno prefirió atentar directamente contra la autonomía
LUIS DANIEL ÁLVAREZ V. | EL UNIVERSAL
domingo 23 de junio de 2013 12:00 AM
La Universidad es una institución que por su naturaleza siempre resulta molesta, más para aquellos gobiernos que sustentados en la represión, no aguantan el estruendoso trino de la libertad y el jolgorio de la pluralidad.
Conscientes de lo peligroso que resulta para sus intereses la Universidad, los regímenes autoritarios han intentado en reiteradas ocasiones dominarla. Desde la grotesca asfixia presupuestaria hasta el uso de la violencia, se han empleado con miras a debilitarlas.
En este caso, el gobierno prefirió atentar directamente contra la autonomía. Profesores, alumnos y empleados manifestaron su repudio a tamaña afrenta. Sin embargo, el gobierno respondió con arrogancia y señaló que la Universidad se había convertido en un centro de fomento a la disidencia y había perdido su labor formativa. Criminalizando la protesta, sembrando el miedo y recurriendo al uso del aparato judicial, el régimen quiso silenciar cualquier asomo de descontento.
Algunos profesores prefirieron marcharse ante la ofensa del Decreto 321 dictado por la Junta de Gobierno venezolana el 17 de octubre de 1951. Muchos que reprocharon la medida, y que por ello visitaron las mazmorras de la represión militarista, optaron por renunciar a sus cargos. No querían estar en una Universidad cuya naturaleza contestataria había sido arrebatada. Otros profesores fueron expulsados sin siquiera darles derecho a la defensa.
Creyó el gobierno que expulsando profesores y sustituyéndolos por individuos serviles y sin credenciales académicas muchos de ellos, podía acallar la voz de una Universidad que exigía libertad. El grito democrático sonó con más fuerza cuando el 5 de diciembre de 1958, se restituyó la autonomía universitaria en la Ley de Universidades.
luisdalvarezva@hotmail.com
Conscientes de lo peligroso que resulta para sus intereses la Universidad, los regímenes autoritarios han intentado en reiteradas ocasiones dominarla. Desde la grotesca asfixia presupuestaria hasta el uso de la violencia, se han empleado con miras a debilitarlas.
En este caso, el gobierno prefirió atentar directamente contra la autonomía. Profesores, alumnos y empleados manifestaron su repudio a tamaña afrenta. Sin embargo, el gobierno respondió con arrogancia y señaló que la Universidad se había convertido en un centro de fomento a la disidencia y había perdido su labor formativa. Criminalizando la protesta, sembrando el miedo y recurriendo al uso del aparato judicial, el régimen quiso silenciar cualquier asomo de descontento.
Algunos profesores prefirieron marcharse ante la ofensa del Decreto 321 dictado por la Junta de Gobierno venezolana el 17 de octubre de 1951. Muchos que reprocharon la medida, y que por ello visitaron las mazmorras de la represión militarista, optaron por renunciar a sus cargos. No querían estar en una Universidad cuya naturaleza contestataria había sido arrebatada. Otros profesores fueron expulsados sin siquiera darles derecho a la defensa.
Creyó el gobierno que expulsando profesores y sustituyéndolos por individuos serviles y sin credenciales académicas muchos de ellos, podía acallar la voz de una Universidad que exigía libertad. El grito democrático sonó con más fuerza cuando el 5 de diciembre de 1958, se restituyó la autonomía universitaria en la Ley de Universidades.
luisdalvarezva@hotmail.com
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