viernes, 3 de mayo de 2013

JUAN M. RAFFALLI A


OPINIÓN

Protesto enérgicamente

Los agresores se dieron un baño de impopularidad y salpicaron a sus cómplices silentes

JUAN M. RAFFALLI A. | 
 EL UNIVERSAL
viernes 3 de mayo de 2013  12:00 AM
Casi ingenuamente llamamos al reconocimiento del adversario político. Pero como el alacrán, por naturaleza, o seguramente ante el miedo a la debilidad, los revolucionarios, que no se han percatado que hubo a lo menos un empate técnico, han optado por el peor camino. Se han subido a una colina de arrogancia, agresión e intolerancia desconociendo la otra mitad del país apelando a conductas que dejan al Duce con cara de Semillita y a La Noche de los Cristales Rotos reducida a piñata. Así lucen dentro y fuera del país los atentados contra nuestra democracia desde el mismísimo Parlamento, sitio de encuentro para el debate productivo de todas las ideas políticas. Me pregunto: ¿en qué parte del legado de Chávez está eso someter a condición suspensiva el derecho de palabra a diputados electos por el pueblo? ¿En qué artículo de la Constitución o en qué ley se dispone que el derecho de palabra de los parlamentarios está sometido a un interrogatorio previo? Lo que sí sé es que la Constitución y el Reglamento de Debates de la AN establecen la protección del derecho de palabra de los representantes electos por del pueblo soberano, incluso bajo prerrogativas que llegan al extremo de la inmunidad. Pero ahora entiendo que nadie es inmune a la arbitrariedad y al abuso de poder, a la torpeza y a la intolerancia. Desde esta tribuna y en mi condición de abogado, exparlamentario y, sobre todo, de ciudadano, protesto enérgicamente esta actitud del presidente de la Asamblea y de todas las instituciones públicas que guardan un silencio cómplice, incluyendo a Nicolás Maduro, quien incluso la presidió. 

Sobre el deplorable espectáculo de agresiones físicas que protagonizaron diputados del partido de gobierno contra la oposición cuando éstos reclamaban por el desconocimiento de su representación popular, protesto aún con más fuerza y conste que lo haría igual si los agredidos hubieran sido los hoy agresores. Pero al final la barbarie y la violencia convierten a los victimarios en víctimas de su propia atrocidad. Los agresores se dieron un baño de impopularidad y salpicaron a sus cómplices silentes. Los agredidos, con el bajo costo del dolor físico se dignificaron, justificaron cada voto recibido y el motivo de su lucha democrática. Se fortalecieron a golpes. Desde acá mi solidaridad y gratitud a todos. 


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