viernes, 8 de enero de 2010

José Mayora //


¡No me apagues la vela María!

En su loable afán por enfrentar la muy grave crisis eléctrica que vive el país, el régimen ha tomado dos decisiones trascendentales: cerrar algunas empresas de Guayana y regular el horario de los centros comerciales y salas de juego. Con relación a Guayana baste decir que es insólito, por decir lo menos, que se esconda detrás de una crisis energética el fracaso operativo de unas empresas que, a todas luces, han superado la capacidad gerencial del régimen, demostrando con ello cuán vulnerable es el modelo de gestión industrial que propone la revolución. Sobre la regulación del consumo eléctrico, a partir de enero 2010, entró en vigencia un horario especial para centros comerciales (las 26 moles de Jackeline), casinos y bingos, decisión que no fue concertada con los afectados, desmintiendo así el carácter participativo de la democracia. Asumiendo la aparente rectitud de intenciones, hay cosas que no me quedan claras. Entiendo que esta medida debe ser provisional mientras maduran los proyectos de inversión requeridos para restituir la capacidad de generación eléctrica que el país requiere, para lo cual se debió cuantificar previamente cuánto sería el ahorro, que se presume lo suficientemente significativo como para haberla tomado. En todo caso, desconocemos ¿cuánto ahorramos?, o ¿en cuánto disminuye la presión sobre la capacidad instalada de generación eléctrica? En cuanto a la implementación de la medida, se debió conceptualizar lo que incluye un centro comercial. Aparentemente no incluye edificios de oficinas en cuya planta baja hay comercios en cantidad apreciable; ni grandes tiendas diversificadas que solas pueden consumir más energía que un centro comercial pequeño; tampoco discriminan actividades de servicios como consultorios médicos, laboratorios, oficinas de la Cantv, bancos, gimnasios, farmacias, auto-mercados, servicios públicos de cedulación, pasaportes, registros y notarías. Nos preguntamos: ¿por qué las farmacias, los consultorios, las oficinas públicas, los bancos, los gimnasios, los laboratorios, los auto-mercados que no están dentro de un centro comercial no se les aplica también un horario especial o es que ellos no consumen energía?  Entonces, ¿de qué se trata? Pues muy sencillo, los centros comerciales representan un modelo de organización de la sociedad consumista y esta es una excusa muy buena para que vayan desapareciendo y los ciudadanos vayan acostumbrándose a que, más temprano que tarde, el consumo se hará de acuerdo a criterios revolucionarios y no precisamente en centros comerciales. Esta decisión es una decisión ideológico-política y no técnica y como tal hay que evaluarla. Además, está tomada desde la perspectiva de quien maneja el poder sin fuerzas que se le opongan. Sin embargo, los cambios operados en la medida han sido producto de una gran presión social y no de un cambio de rumbo, pues detrás de la medida no había intención de ahorrar energía sino de dar un paso más hacia el socialismo del siglo XXI.  Para las tantas personas que preguntan públicamente qué hacer, la rectificación revolucionaria es una prueba de cuánto se puede lograr con la presión social. Si en el manejo manipulado de la crisis bancaria el gobierno se ganó unos puntos, en esta oportunidad el corrientazo que le pegó fue fuerte y aleccionador, sobre todo en un año electoral. Por estas y muchas cosas más, ¡María no me apagues la vela que estoy revisando la tarjeta de racionamiento!

mayora.j@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dentro del mejor de los climas y respeto